Era un hombre de mediana edad, aún podría decirse que era joven. Al menos así se había sentido hasta hacía poco tiempo. Ahora, desde que aparecieron estos estados de confusión ya no sabía qué pensar. Se dirigió al aseo, y se miró en el espejo con detenimiento.
Era él, el de siempre, pero el espejo le devolvía una imagen que no acababa de reconocer. Su semblante... Sí, era eso...su semblante había cambiado. Él, era un hombre alegre. Por las mañanas se levantaba feliz, cantaba en la ducha y besaba a su esposa como si fuera la primera vez que ella amanecía a su lado. A pesar de no haber tenido hijos eran la pareja ideal. Se amaban y se bastaban el uno al otro. Compartían gustos y aficiones.
Esta coincidencia, había hecho que pasados los primeros tiempos de apasionamiento amoroso, su relación se hubiera ido transformando en algo fuerte y duradero, habían llegado a una compenetración tal, que incluso cuando se encontraban en público, se entendían con una sola mirada, y llegaban a reír de la misma cosa sin necesidad de palabras.
Esta coincidencia, había hecho que pasados los primeros tiempos de apasionamiento amoroso, su relación se hubiera ido transformando en algo fuerte y duradero, habían llegado a una compenetración tal, que incluso cuando se encontraban en público, se entendían con una sola mirada, y llegaban a reír de la misma cosa sin necesidad de palabras.
Su mirada seguía fija en el espejo. Hoy, el espejo le devolvía un semblante, triste, envejecido, crispado, confuso...Era temprano, decidió encender la televisión y distraerse un poco con las noticias del día.
Desde la pantalla aparecían imágenes de un volcán en erupción en el sur de Chile. Se quedó impresionado por la catástrofe, oyendo cómo el periodista acompañaba con su relato las imágenes sobrecogedoras.
Debía darse prisa, el trabajo esperaba y el reloj siempre implacable, apremiaba; últimamente, solía llegar tarde cuando su mente le jugaba aquellas malas pasadas. Especialmente hoy, se sentía incapaz de lo más rutinario: Ducharse, vestirse, desayunar y salir a la calle. Le invadió una gran desazón...
Cruzó la distancia que le separaba de la ventana que daba a la gran avenida. Descorrió las cortinas, y dejó que su vista vagara sin destino por encima del movimiento humano que empezaba a invadir las calles...
Montse. G.
Tienes una capacidad para sorprender increible. Que bien sabes pasar de una situación surrealista a otra tan real y actual como el volcán, para retroceder en la parte irreal, hasta darnos a entender...o no, la distancia que existe entre una ventana y una calle. Esta larga distancia será un suicidio?
ResponderEliminarUna abraçada.
Hola, Josep. Disculpa si no te he respondido antes. Gracias, siempre encuentras algo positivo en lo que escribo. Mi idea no era la del suicidio del personaje, aunque es una interpretación que encaja a la perfección. Pero no era mi idea al escribir este relato. Ahí lo dejo, por si alguien se atreve a hacer otra interpretación.
ResponderEliminarUna abraçada, Josep.
Muchas gracias.